Los triunfos debieran unir a los equipos, a las familias y sobre todo, a los partidos políticos. En torno de la victoria siempre se pensaría que sería más fácil unificar criterios, visiones y proyectos con la prospectiva de lograr mejores frutos en el futuro inmediato.
Pero ni el PRI con sus triunfos, mucho menos el PAN y PRD, viven momentos de sosiego. Al primero, las victorias generaron enconos internos y en los segundos, la derrota tiene muchos huérfanos y buscan ya cómo cobrarse la afrenta.
En el caso del PRI, pareciera que la victoria al gobierno estatal y la de muchos candidatos en presidencias de comunidad, regidurías, alcaldías y diputaciones, generó una especie de efecto contrario. Dolieron esos triunfos.
Las victorias y sus protagonistas, sin pensarlo, abrieron heridas que han propiciado una cadena de confrontaciones en las huestes del tricolor, sobre todo en algunos liderazgos que ahora buscan la forma de cobrar esa “afrenta”.
Triunfos en alcaldías como la de Tlaxco, Tlaxcala, Huamantla y Chiautempan, por señalar algunas, generaron una mayor diferencia entre los grupos y bases del PRI, porque quienes las lograron y sus grupos, se siente y creen que tienen elementos de sobra para pedir, exigir e imponer su voluntad ante los comicios que se avecina.
Y los priistas derrotados en estas mismas Comunas son aquellos que apostaron y trabajaron para el fracaso de sus huestes. Están fuera del presupuesto y eso duele, no solo en el bolsillo, sino en el ego político. Así, unos y otros se siguen dando golpes bajos, se ponen piedras en el camino y le apuestan al fracaso de sus adversarios.
De no recomponer esa realidad, lo que se avecina no es halagüeño para el PRI, sobre todo, de los grupos de bases, esos que si hacen trabajo con la militancia y con la ciudadanía. En el PAN, los dueños de esa parcela de poder buscan a toda costa mantener lo poco que les queda y el agandalle será lo suyo, bueno, así ha sido y no cambiará.
En el PRD son palos de ciego. Todos se culpan, todos tienen su razón, pero nadie asume sus culpas. Ese partido, por desgracia, corre el riesgo de regresar a su época marginal.